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Sudeste Asiático, por primera, y no última, vez

A fines de junio de este año, finalmente volamos desde la India hacia el Sudeste Asiático. Decidimos volar a Bali, ya que Indonesia era casi el único país que no tenía monzón en esa época, y Bali, por ser un lugar muy visitado, tiene mucha oferta de vuelos, baratos, desde casi todo el mundo. Para nosotros, Bali fue un gran descanso después de India. Nos quedamos en Ubud, un pueblo más tranquilo en el interior y ahí pudimos comer carne de vacuno, frutas y verduras (sin el riesgo de enfermarnos del estómago), descansar y disfrutar del silencio en algunos lugares. Allí contactamos a Wayan, un taxista muy simpático que nos acompañó a varios lugares y con él fuimos a hacer un tour por los templos de Tanah Lot y Uluwatu y las playas de Seminyak, Kuta y Padang Padang. Claramente, las playas no son el fuerte de Bali, ya que las que tienen están fuertemente invadidas de comercio y de turistas.

En Uluwatu, que es un templo que está en la costa, por el lado sur de la isla, vimos, al atardecer, un show de Kecak; el baile balinés que frecuentemente aparece en las fotos. El baile es un drama que cuenta una historia de la religión hindú. Es muy interesante, ya que no tiene música, solo un coro de 70 hombres. Los trajes y los colores del espectáculo son muy bonitos y aunque claramente es un espectáculo turístico, a nosotros nos gustó.

Indonesia es muy grande, son 17.508 islas, de las cuales solo 922 están habitadas, y tiene 250 millones de habitantes; lo cual lo convierte en el cuarto país con más población a nivel mundial. Para moverse de una isla a otra lo más fácil es volar, si uno no tiene mucho problema en volar en líneas aéreas que tienen rankings de seguridad menores a los de Air Zimbabwe. Como nosotros tenemos planes de seguir viviendo por muchos años más, elegimos volar con Garuda Airlines, ya que es la línea con mejor estándar.

Así es que después de unos días en Bali, volamos a Labuan Bajo para visitar las islas de Komodo y Flores. Labuan Bajo es un pueblo muy chico, pero es la base para las excursiones de buceo a Komodo, así es que hay muchos restaurantes de comida internacional, lo cual se convierte en un tema importante cuando uno viaja a Asia por mucho tiempo. Nos quedamos en un Airbnb de un australiano que quedaba muy cerca del restaurant de Zana, una señora de Montenegro. A través de ella conocimos a Wida y Danielle, una pareja de indonesia y francés que tienen un barco pequeño y unas cabañas en la playa cercana a Labuan Bajo. Hicimos un acuerdo con ellos y nos arrendaron su barco por 4 días y, además, nos quedaríamos en sus cabañas un día completo. Además de eso, contratamos, con otra empresa de una chica francesa y su pololo indonesio, un tour de 7 días por la isla de Flores, la cual como turista no puedes recorrer en auto por tu cuenta; estás obligado a hacerlo a través de un guía.

Nuestro paseo en barco por las islas de Komodo fue lo mejor de este viaje a Asia. Salimos temprano por la mañana desde el muelle de Labuan Bajo con nuestra tripulación: Tinus, el capitán, Vincent y Yulianhuz, sus ayudantes, además de Charles y Francisco (alias, “Chico”), los hijos del capitán. Nuestro primer destino fue la isla de Rinca, el lugar donde es más fácil ver a los dragones de Komodo. Aquí habitan 1.700 de los 5.000 dragones que existen en total en las islas, incluida Flores. Llegamos a Rinca cerca de mediodía y al comenzar la caminata, encontramos una pareja de dragones apareándose en una cabaña cerca de la entrada del parque. Estos fueron los dragones más grandes que vimos y medían casi 3 metros.

Durante el resto del paseo vimos más dragones pequeños y medianos, caminando o arriba de los árboles (para que no se los coman los dragones más grandes). Al llegar a la parte más alta de la isla se puso a llover como solo llueve en el trópico. Quedamos completamente embarrados y al volver a la oficina, corrí al baño, a limpiarme el barro de los pantalones, solo para encontrarme con un dragón muy grande adentro del baño. ¡Casi morí de un infarto! Por suerte el dragón estaba medio dormido, seguramente porque con la lluvia hacía frío, así es que no reaccionó muy rápido a mi presencia y pude salir rápidamente de ahí. Carsten corrió después a tomarle una foto.

Después de la visita, almorzamos en el barco (pescado con arroz y vegetales, como es típico en Indonesia) y zarpamos con rumbo a Kalong. Esta es una isla muy pequeña donde vive una comunidad de miles de zorros voladores. Cuando cae el sol, ellos vuelan desde Kalong hacia la isla del frente para comer insectos durante el vuelo y dormir. Al amanecer repiten la rutina en forma inversa. Vimos miles de murciélagos gigantes volando encima nuestro, muy silenciosos y tranquilos. Nos recordó mucho el atardecer sobre la catarata de Kaieteur, en Guyana, cuando los miles de golondrinas que viven detrás de la cascada, salen a alimentarse y después regresan a sus nidos tirándose en picada hacia la cascada. Un espectáculo inolvidable.

A la mañana siguiente, navegamos hacia la isla de Padar, que habíamos visto en muchas fotos y queríamos conocer. En el camino, vimos manta rayas por primera vez y fue donde Carsten grabó el video de las mantas que posteamos en Facebook. Hicimos snorkel cerca de seis de ellas; algo realmente especial y que nos gustó mucho. Son animales tan grandes y pacíficos y nuevamente, como hemos visto en todos los lugares, ellos hacen su vida normal contigo al lado si tú los dejas seguir con ella, sin necesidad de perseguirlos o tocarlos. Chico, de 8 años, al igual que nosotros, nunca había visto rayas, así es que era el más feliz de todos.

Durante ese día, hicimos snorkel varias veces, en arrecifes muy bonitos con muchos peces de colores. La vista desde la cima del cerro en Padar fue increíble y aprovechamos de tomarnos fotos con la tripulación, que fueron un encanto de personas en su atención con nosotros. Además, Vincent encontró una víbora azul, venenosa, que no habríamos visto nunca si no fuera por alguien que tiene el ojo entrenado para verlas.

Al día siguiente navegamos hacia la isla de Komodo y pasamos al pueblo. Es realmente un pueblo bastante básico, pero la gente, como en todo Indonesia, fue muy amable y sonriente con nosotros; nunca nos han presionado a comprar cosas, como sí sucede en muchos otros lugares en Asia. Después de almuerzo, pasamos por un arrecife llamado “Manta Point”, un lugar donde normalmente hay manta rayas alimentándose porque es un sector con corriente y donde hay mucho plancton; así es que también nos bañamos ahí con ellas.

Nuestra última parada para dormir en las islas fue en Gili Lawat, que también nos mostró un atardecer impresionante e inolvidable, que ustedes pueden ver en nuestras fotos.

Al día siguiente y de regreso a Labuan Bajo, paramos en un lugar que se llama “Kanawa Beach”. Muy bonito para bañarse y hacer snorkel, vimos muchos corales, peces, estrellas marinas, almejas gigantes (de colores eléctricos), etc. Llegamos a las cabañas de Wida y Danielle en la tarde y pasamos una noche excelente, cenando y conversando con ellos sobre sus experiencias de vivir en este lugar después de toda una vida viviendo y trabajando en París. A pesar que han pasado malos ratos con turistas que tratan de escaparse sin pagar la cuenta, o que se quejan por todo, ellos no cambiarían la experiencia por nada. Volvimos a Labuan Bajo al día siguiente y tuvimos unos días libres para lavar ropa antes de ir a recorrer Flores.

Flores fue nombrada “Cabo das Flores” por los portugueses, que llegaron a colonizar buscando especias y materias primas en el siglo XVI. Después, en el 1800, los holandeses descubrieron que había mucha madera en la isla y llegaron también. Hoy en día, Flores vive de la agricultura y la pesca y muchas de las frutas que producen son exportadas, lo cual deja en la isla sólo los productos más baratos que los locales pueden pagar. La isla en general tiene bastante vegetación, probablemente no tantos árboles como hace cinco siglos atrás, pero aun así se ve como un lugar verde, florido y muy bonito.

Flores es uno de los lugares en Indonesia donde existen tribus que aún viven en aldeas como hace siglos atrás y que están abiertas para visitas de turistas. Una de esas aldeas es Wae Rebo, en la “regencia” (Flores aún está dividido en regencias) de Manggarai.

Nuestros guías en Flores fueron Faldy (nuestro guía reggae, que es manggarai) y Noyman, nuestro chofer. Caminamos cerca de tres horas para llegar a la aldea y valió la pena porque es un lugar muy interesante. Obviamente está preparado para recibir a los turistas, pero de una forma no invasiva, con poca gente y, de hecho, el mostrar la aldea a los turistas, fue idea de uno de los jefes de la aldea, de manera de preservar sus tradiciones. Él desarrolló el proyecto junto con organizaciones de turismo y el gobierno regional. En Indonesia, igual que en el resto del mundo, los jóvenes no están interesados en el pasado o las tradiciones y sólo quieren vivir en las grandes ciudades, vestirse con ropa moderna, tener la última tecnología y trabajar en un lugar con aire acondicionado. Es difícil para los pueblos originarios poder mantener sus tradiciones cuando a los jóvenes no les interesa hacerlo. Además, Indonesia es un país con población bastante joven. Está lleno de niños por todos lados y la media de edad en el país es de 28 años, comparado con 33 en Chile y 41 en Dinamarca.

Pasamos la tarde y la noche en Wae Rebo, compartiendo con la gente, aprendiendo a hacer café, escuchamos su música, comimos su comida y dormimos sobre unas colchonetas hechas de hojas de palmera, en la cabaña que tienen adaptada para los turistas. A la mañana siguiente, emprendimos la caminata de regreso a nuestro auto. Los habitantes de Wae Rebo deben hacer este mismo trayecto varias veces al día para vender su café, comprar comida, animales, etc. Pero como ya nada está tan alejado de la civilización en este mundo, por supuesto hay un mayorista que se encarga de comprarles el café regularmente y distribuirlo a otros lados.

Wae Rebo es sólo una de las múltiples aldeas que se pueden visitar en Flores. Además de ella, pasamos por Luba, Tololela, Bena y otras más en donde se dice que aún se practican sacrificios humanos (secuestran niños locales), de manera de “satisfacer a los dioses” y también para hacer tambores con la piel de su estómago.

En Flores también fuimos a ver los cráteres del volcán Kelimutu. Cuando fuimos los tres cráteres estaban del mismo color, pero dependiendo de la cantidad de oxígeno en el agua, hay veces que dos de ellos cambian de color de verde turquesa a rojo o a negro. Fue un amanecer muy bonito, y muy turístico también porque estaba lleno de gente. Nos despedimos de Faldy y Noyman en la ciudad de Ende y nos preparamos para regresar a Bali y visitar el volcán Ijen, en Java, además de reencontrarnos con nuestros amigos Søren y Charlotte, a quienes no veíamos desde hace un año.

El volcán Ijen es bien impresionante, pero obviamente las fotos que habíamos visto en National Geographic mostraban un lugar con más lava de lo que pudimos ver nosotros. Ijen es el volcán con el lago con ácido clorhídrico más grande del mundo. Desde el cráter se extrae azufre y es el azufre líquido, que es gas sulfuroso una vez enfriado, el que da la impresión de ser lava y tiene ese color azul. El color solo se puede ver durante la noche, por lo cual hay que estar en el cráter antes de las 4:30 AM; es decir, empezar a subir antes de la 01:00 AM.

Las emanaciones de gases son tóxicas, por lo cual está recomendado subir con una máscara, pero obviamente hay muchos turistas que no las llevan, ni los mineros que trabajan ahí extrayendo el azufre, tampoco. Nosotros recibimos gases tóxicos de frente a nuestra cara durante algunos minutos cuando estábamos en el cráter del volcán y es realmente irrespirable. El gas sulfuroso, además, se mezcla con las lágrimas y produce ácido sulfúrico que hace que los ojos duelan mucho. Las condiciones bajo las cuales trabajan estos mineros son muy duras, pero ellos las aceptan, y han rechazado ofertas de traer maquinaria para hacer el trabajo, porque es la única manera que tienen de ganarse la vida; con lo cual, traer maquinaria, significa crear desempleo para ellos. Por una canasta de azufre, que pesa 70-90 kilos y que ellos deben acarrear en su espalda, para salir del cráter (haciéndole el quite a los cientos de turistas que estorbábamos en el camino) y luego caminar tres kilómetros más, hasta el pueblo donde las pueden vender, pueden ganar un máximo de USD 5 a 10.

Nuestra visita fue una experiencia interesante y que nos dejó mucho que pensar en términos de qué tan alejados podemos estar los citadinos de la realidad, las necesidades y la pobreza de mucha gente. Me recordó a nuestros pirquineros, del norte de Chile, que se pasan la vida tratando de sacar algo de mineral en condiciones más que miserables. Aún me pregunto si algo del “boom” de los minerales de los últimos 15 años habrá llegado a ellos también.

Desde nuestro paseo en barco a las islas de San Blas, cuando cruzamos desde Cartagena de las Indias en 2013, hemos hablado sobre recorrer el mundo en barco y saber si es algo que podría ser para nosotros. Es por ello que decidimos buscar espacio en un velero para viajar un tiempo y aprender a navegar y experimentar cómo es vivir en un velero por un tiempo largo. A través de una amiga, Carsten consiguió el contacto de un velero danés de 43 pies, que necesitaba tripulación para ir desde Filipinas a Indonesia durante agosto y septiembre de 2016. Fuimos aceptados como tripulación para navegar con 8 personas más y embarcarnos en Dumaguete, Filipinas a partir del 13 de agosto. Así es que después de Ijen y de estar unos días con nuestros amigos en el “Mallorca de Asia” (alias Bali), aprovechamos las semanas libres antes de tener que estar en Filipinas, para viajar por Asia y fuimos a Singapur; lugar que yo tenía en mi lista desde hace muchos años y donde alguna vez quise ir a trabajar.

Singapur es como lo pintan. Todo está limpio, todo está ordenado, todo funciona, todo es fácil de lograr, a diferencia de la experiencia que sentimos en muchos otros lugares en Asia. Aprovechamos de ver a amigos que no veía desde hace más de 15 años y que nos contaron como es la vida en Singapur: “Los habitantes de Singapur son millonarios en deuda” como nos dijo una amiga. Hicimos turismo de ciudad y visitamos todos los lugares típicos. Comimos mucha comida china, también internacional, probamos el famoso “Singapore Sling” en el Hotel Raffles y fue una estadía muy interesante.

Si bien, Singapur tiene sus propios desafíos en términos de edad de la población, baja en la cantidad de personas disponibles para trabajar, porcentaje de población endeudada (como en todo el mundo), etc; es un ejemplo de como un país puede pasar de ser un puerto pobre a convertirse en una de las economías más ricas del mundo en menos de cuarenta años, teniendo recursos naturales mínimos a su disposición, pero contando con algo que a los chinos les sobra y que a los chilenos nos falta: la visión y planificación de largo plazo de un país (o de una empresa). La pregunta correcta para un país es donde queremos estar en 50 años más y no solamente en los 4 que dura un gobierno. Debemos preguntarnos cómo educar a nuestra población para que todo el país salga adelante y no solo unos pocos. Espero, que, en Chile, alguna vez podamos aprender esto antes que vendamos todos los recursos naturales que tenemos y nos quedemos sin nada.

Otro pensamiento que pasó por mi cabeza después de visitar el parque “Gardens by the Bay” en Singapur, es como las personas aquí solamente tienen la posibilidad de ver tantas flores y árboles en parques artificiales en recintos cerrados. En Chile, que tenemos parques y naturaleza por todos lados, no los aprovechamos de la misma manera. Espero que el mundo del futuro no sea como Singapur en este sentido y que nuestra única posibilidad de ver la naturaleza y la selva nativa esté en un museo.

En Singapur, decidimos que nuestro próximo destino sería Myanmar. Para “verlo antes que se vuelva demasiado turístico” como nos habían dicho muchas personas durante este viaje. La primera sorpresa que nos llevamos con Myanmar, es que ya es turístico. Al menos así nos pareció a nosotros, que no visitamos Malasia o Tailandia, que por lo que hemos escuchado deben ser los destinos más turísticos de Asia. Los ciudadanos de Myanmar ya han aprendido muy bien cómo sacar plata de los turistas, y a pesar que la gente es simpática y amable, nos quedamos con la sensación de que no todos te ayudan solamente por amabilidad.

Myanmar, o Birmania como le dicen aún los locales, es una ex - dictadura que recién hace poco más de 20 años se abrió hacia el turismo, con lo cual hay casi solamente un circuito turístico, que es el que hace todo el mundo. Desde Rangún, que fue la capital hasta 2005, pero ya no lo es, fuimos en bus a Bagan - la ciudad de las 4.000 pagodas y templos - y luego a Mandalay y al Lago Inle.

Hubo dos lugares que nos gustaron más en Myanmar. Uno de ellos fue la pagoda de Shwedagon, en Rangún, que es francamente impresionante con su tamaño y todo su oro. La cúpula de la pagoda contiene más de 5.000 diamantes y de 2.000 rubíes, además de estar completamente recubierta de placas de oro, que son ofrendas de los birmanos para honrar a sus antepasados, que en total pesan más de 67 toneladas.

Como buena latinoamericana mi cabeza no dejaba de pensar cómo es que la gente aún no se ha robado todo y cómo hacen para proteger esto. Pensé que podía haber castigos muy severos por robo, pero al parecer la única explicación es la religión. Shwedagon es la más sagrada de todas las pagodas en Myanmar. Aquí hay guardadas ocho hebras de cabello de Gautama Buddha y tres reliquias de budas posteriores. Por si no sabían, como yo tampoco sabía, Siddhartha Gautama no fue el único buda…. existen montones, dependiendo de cuál corriente del budismo sigue usted. Puede elegir entre budista, budista tibetano o budista zen, con múltiples variaciones intermedias. En conclusión, Myanmar es un país con un 80% de población budista, con lo cual la religiosidad está en todas partes y no está bien visto robarse las donaciones de oro de otras personas.

Después de Rangún, tomamos un bus nocturno y nos fuimos a la pequeña ciudad de Bagan, cuya única gracia son los 4.444 templos que hay alrededor. Nosotros recorrimos 10 de ellos en todo un día en carretela y vimos suficientes budas. Sentados, budas de pie, budas sonriendo, budas serios, budas con los ojos cerrados, budas dorados, budas blancos, etc, etc, etc. Visitamos cuatro veces la pagoda de Shwe San Daw para ver el amanecer y el atardecer y no pudimos encontrarle mayor gracia. Está lleno de personas vendiendo cosas, siempre lleno de turistas, varios de ellos haciendo meditación o en posición de loto tratando de llamar la atención. Para nosotros, existen lugares más lindos en el mundo para ver el amanecer o el atardecer. Honestamente, nuestro mejor recuerdo de Bagan fue la “tea leaf salad”, una especie de ensalada alias ceviche de hojas con tomate y porotos, muy, muy rica.

Desde Bagan viajamos hacia Mandalay. El camino entre ambas ciudades no es muy bonito y muestra en pleno toda la deforestación que ha sufrido el terreno, y que sigue sufriendo, sobretodo en el norte, que limita con China y está cerrado para los turistas porque en algunos lugares aún hay minas antipersonales enterradas durante conflictos étnicos. La ciudad de Mandalay solamente merece mencionar al simpático monje que quería practicar su inglés y que nos acompañó y ayudó a encontrar un correo para enviar postales. Una de las personas que nos ayudó sin ningún interés más que hacer amigos.

El segundo lugar que más nos gustó en Myanmar fue el complejo de pagodas (o “estupas” en este caso, que son construcciones para meditación que contienen reliquias en su interior) de Kakku, a dos horas de camino desde el Lago Inle. Es un lugar donde no va casi ningún turista, ya que su acceso a los turistas se abrió recién el 2012 y no es muy cerca ni muy barato llegar. Es un lugar muy tranquilo y pacífico, donde el único ruido que se escucha es el de las campanas de las 2.478 estupas cuando el viento las atraviesa.

Aquí pudimos ver, al igual que en Bali, como la religiosidad está presente en Asia en todas sus formas. Esta gente se pasa la vida en ceremonias, ofrendas, misas, rezos, etc, a cualquier hora del día y cualquier día de la semana. Recordamos a Wayan, nuestro chofer indonesio, que nos dijo que había dejado su trabajo de recepcionista en un hotel de Bali para trabajar como independiente, porque “en el hotel no tenía tiempo para acudir a todas las ceremonias que la religión budista” les exige. Las ceremonias además no son como nuestras misas, sino que son eventos que pueden durar varios días y a los que todos los miembros de la familia están obligados a asistir, porque si no “hay consecuencias” de algún tipo. Principalmente reproches familiares.

El Lago Inle es uno de los lugares “imperdibles” de Myanmar, pero la verdad es que a nosotros nos pareció demasiado turístico. Los pescadores posan para que uno les pague, y después de muchas peleas conseguimos tomar fotos desde lejos y de acción de verdad, no de ellos posando para la foto. El circuito es ver como las personas hacen joyas, hilan tejidos con hebras de la planta del loto, hacen cigarros, forjan cuchillos, hacen barcos, etc. Todo preparado para la foto y la compra rápida, con tarjeta de crédito; que aquí siempre funciona, a diferencia del resto de Myanmar, donde, aunque tengan máquinas, solamente aceptan efectivo.

Una de las cosas divertidas que nos sucedieron en Myanmar, pasó cuando fuimos al cine en Rangún. Antes de empezar la película, todos tienen que ponerse de pie y cantar la canción nacional. Extrañamente la película no estaba subtitulada al birmano, con lo cual pensamos que la gente no entendía nada porque hablaban muy fuerte durante la película como si estuvieran aburridos.

Finalmente, después de nuestra aventura por Myanmar, viajamos a Manila, Filipinas para emprender rumbo hacia Dumaguete y Cebú. En Manila nos juntamos a cenar con otra amiga, que nos contó su visión de Filipinas y conversamos sobre muchos temas de actualidad, cenando comida tradicional filipina.

Debíamos embarcarnos en el velero “S/Y Orbit” el 13 de agosto, pero no logramos embarcarnos hasta el 15 porque en lugar de subir en Dumaguete como estaba programado, tuvimos que viajar hasta Cebú. Para esto, viajamos en avión a Dumaguete y luego en múltiples medios de transporte hasta llegar a Cebú, con una parada en Oslob, para ver los tiburones ballena. Una vez que pagamos la entrada nos arrepentimos de haber ido, porque era un lugar muy turístico y donde alimentan a los tiburones para que estén siempre ahí, lo cual afecta su migración y obviamente el pool genético. Así es que, si quieren ver tiburones ballena, les aconsejamos que tengan más paciencia y traten de verlos en otro tipo de tour y en su ambiente natural.

El crecimiento económico de China, ha hecho que Asia esté llena de turistas chinos, que, para ser honestos, no son los más discretos, silenciosos, valientes o cuidadosos con los animales u otros humanos. Para ser justos, los chinos de ciudades grandes no han tenido muchas posibilidades de ver naturaleza en su propio país, entonces no saben cómo reaccionar ante ella. Muchos de ellos, les tienen miedo a los animales y hemos escuchado las teorías más divertidas. Algunos de ellos piensan que un elefante se los puede comer, por ejemplo. Además, en China siempre están rodeados de gente, entonces el concepto de “no cruzarse por la cámara” cuando alguien está tomando una foto, no existe para ellos. No es que sean tan mal educados, sino que simplemente no es una realidad que entiendan si nunca han estado con extranjeros o fuera de China.

Para nosotros no fue diferente de meterse a un acuario a nadar con peces. Una experiencia completamente diferente de la que tuvimos con los dragones de Komodo o las mantarrayas y que no creemos sea necesario repetir, a menos que podamos nadar con los tiburones en su ambiente natural.

Después de un largo y cansador viaje, llegamos al puerto de Carmen Bay y a nuestros camarotes en Orbit, que en realidad no eran más grandes que un ataúd. Esa sería nuestra casa por 49 días. Además de Orbit, compartiríamos el viaje con dos veleros más, S/Y Amazing y S/Y Wow.

La ruta de nuestro viaje en Orbit fue Carmen Bay (Cebú) a Comotes, a Limasawa, a Padre Burgos y Surigao en Filipinas. En Surigao pasaríamos algunos días para comprar provisiones y hacer la migración para salir de Filipinas y desde allí navegamos en mar abierto durante 5 días para llegar a Bitung y el estrecho de Lembeh en Indonesia.

El objetivo del viaje para Carsten y para mí era aprender a navegar y entender como es vivir en un barco y eso se cumplió plenamente. Podemos decir que tener un velero para viajar alrededor del mundo es como tener una casa (sin jardín al cual salir) y un auto (del cual no puedes bajarte) al mismo tiempo, con los consiguientes deberes de limpieza, orden, cocina, compras, arreglos técnicos, lavado, etc, etc, etc. Es bastante trabajo, y cocinar, dormir o limpiar cuando el barco está navegando a 45 grados de desnivel y vientos de 25 nudos, no es precisamente agradable ni fácil. Hacer compras de comida y agua para una semana para diez personas y llevarlas al barco en bote, no es cómodo tampoco.

Por lo menos, del frío en Asia nunca tienes que preocuparte. Y como en el resto del mundo, navegar de noche con las estrellas y la luna brillando y un mar con pocas olas, pero con viento, es una experiencia única y hermosa.

Navegamos 555 millas náuticas entre Surigao y Bitung en 5 días y pensamos que, si algún día queremos navegar a Isla de Pascua y después a las Islas Marquesas, que son casi 12.000 millas náuticas, no vamos a navegar con tanta gente y necesitamos un velero con más comodidades. Eso vendrá más adelante en nuestra vida y no es un sueño abandonado aún.

La tripulación de nuestro barco era danesa, así es que para mí por lo menos me sirvió mucho para acostumbrar mi oído al danés y entender mucho más que antes. Además, logré leer un libro completo en danés “Drageløberen” o “Cometas en el cielo” del escritor afgano Khaled Hosseini. Lo recomiendo plenamente a los que no lo hayan leído aún, es una historia hermosa que ilustra la dura vida en Afganistán.

Una de las cosas que notamos en este viaje es que cuando parábamos cerca de alguna isla, no se oía ni un pájaro cantar o monos gritar, ni siquiera cigarras; nuevamente, prueba de la depredación que la naturaleza ha sufrido en estos lugares. Carsten trató de pescar todos los días, sin ningún éxito, pero la verdad es que en los mares de Filipinas no hay ningún pez. Lo que sacaban los pescadores eran peces muy pequeños y no vimos ningún atún hasta llegar a Indonesia. En Bitung compramos un atún de 9 kilos, que Carsten fileteó y alcanzó para alimentar a las 26 personas que viajábamos en los tres veleros.

Con respecto a mamíferos marinos, saliendo de Camotes vimos un grupo de más de 20 delfines, que una de las personas del barco logró grabar con el GoPro y una vez que llegamos a mar de Indonesia, pudimos ver un pequeño cachalote y un grupo de 5-8 ballenas piloto nadando durante la mañana.

En total entre Carsten y yo buceamos sólo doce veces durante el viaje. Vimos tortugas, muchos corales, muchos peces de todos los colores y formas, barracudas, pulpos, etc. Fue bonito, pero nos dimos cuenta que, para nosotros, un safari en tierra, caminar por un parque nacional o subir cerros, es mucho más interesante que la experiencia de bucear. Así es que esa fue otra lección aprendida en este viaje. Fotos tomamos pocas porque desde el barco, las fotos de la costa no son muy interesantes y después de un tiempo tantas fotos del barco se ponen aburridas, así es que muchas de las fotos que pusimos en la página fueron tomadas por otras personas y casi no tenemos fotos de los buceos. Pero servirán para darles una idea de cómo fue nuestra experiencia en el velero.

Ahora estamos en la pequeña ciudad de Manado, en el norte de la isla de Sulawesi en Indonesia, en la costa opuesta a Bitung, donde desembarcamos de Orbit. Estamos tomando unos días de descanso antes de emprender viaje con rumbo a Cairns, Australia, este domingo. Ambos tenemos muchas ganas de conocer Australia y esperamos poder compartir muchas experiencias interesantes con ustedes. Estaremos ahí hasta el 23 de noviembre, fecha en la cual volaremos a Dinamarca a pasar la navidad y el año nuevo con la familia de Carsten.

Queremos dar las gracias a Donna Nutricia por todos sus datos sobre Indonesia, a Koh Peck Chin, Ming Phua, Scott O’Donnell y Jennifer por compartir un tiempo con nosotros en Singapur, a Kriz Delloro con quien pasamos una tarde excelente conversando en Manila y a Claudia, nuestra amiga brasileña de S/Y Tao por los consejos, regalos y buena onda antes de zarpar de Carmen Bay. ¡El café que nos regalaste nos salvó muchas veces durante la navegación!

Esperamos volver a verlos en algún otro lugar del mundo y no dejar pasar otros 16 años para reencontrarnos.

Un abrazo

Claudia y Carsten

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